La democracia al servicio del algoritmo ¿Es ético manipular las redes sociales para ganar una elección?

Ciudad de Mexico, Mexico.

Aquella frase que ya posee la vox populi: “el fin justifica los medios” está más presente que nunca y pone a prueba la solidez de las democracias.

La internet es uno de los medios más empleados para comunicarnos en la actualidad y, así como tiene sus ventajas para la democracia, también tiene sus desventajas y retos.

Ventajas: Mayor acceso a la información; Intercambio de información a nivel global; Inclusión de grupos que antes estaban excluidos como por ejemplo las campañas en favor de los pueblos originarios o población reclusa.

Desventajas: Saturación de información: INFODEMIA; Información errónea o imprecisa; Construcción de MENTIRAS y en general la manipulación de verdades o mentiras a medias para conseguir influir en las emociones de los potenciales votantes.

Los grandes potentados digitales representados en Google, Amazon, Facebook, Twitter, Instagram, TikTok, además de los proveedores de internet, hoy más que nunca tienen concentrado el poder y pueden, con sus limitantes, si es que las hay, poner y quitar a dirigentes gubernamentales. ¿Es esto bueno para la democracia?

La tradición del pensamiento liberal económico y democrático nos ha enseñado que los monopolios y la concentración del poder en manos de potentados con dudosos conflictos de intereses, puede ser peligroso.

El algoritmo es una fórmula para: crear perfiles, identificar necesidades, conocer localizaciones, conocer preferencias, crear tendencias, conocer ideologías y formas de pensar que puedan dirigir entre otras cosas y, sobre todo: consumo y publicidad comercial.

Pero por supuesto que la política también es un mercado, también el algoritmo puede ponerse al servicio de la política bajo dos perspectivas:

 1) Aumentar el debate público, diversificar las voces de los actores, aumentar y mejorar la calidad de la información y el conocimiento.

 2) Hacer campañas políticas buscando manipular la información de tal manera que beneficie al mejor postor. Esto último representa un caldo de cultivo para el tráfico de influencias, el conflicto de intereses y, sobre todo, pone en peligro, en cierta medida la calidad de la democracia, y la democracia misma.

Tenemos pues un reto muy importante en nuestro presente y en nuestro futuro inmediato pues, permitir que el algoritmo supere a la democracia, puede suponer la negación de un valor fundamental de la democracia: nuestra libertad. ¿Quién o quiénes deberán poner los límites?

 

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