LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ EN EL SIGLO XXI, el ocaso de un gigante

Toluca, Mexico.

Por cien años la industria automotriz gozó de un crecimiento robusto. Alcanzando la capacidad de producir aproximadamente  cien millones de vehículos por año, la industria automotriz representa cerca del 3% del producto interno bruto mundial y,  de ser un país, se colocaría como la sexta potencia económica (OICA). Sin embargo, la promesa de proveer un auto a cada familia nunca se cumplió y el panorama futuro augura grandes cambios donde la industria automotriz no participa con la prominencia de su glorioso pasado. Comprender los cambios por venir y adaptarse a ellos, harán la diferencia entre la sobrevivencia y la extinción en el decadente mercado automotriz del siglo XXI.

“Voy a construir un auto para el pueblo, el automóvil universal”

Henry Ford, 1906.

 

El crecimiento de las ventas de la industria automotriz ha venido disminuyendo conforme avanza la segunda década del siglo XXI. La tendencia, que ya se notaba desde 2005, fue acentuada por los golpes recibidos en la crisis de 2008 y ahora por la pandemia del COVID-19, que han causado un excedente de capacidad productiva hasta del 50%, a pesar de los cierres de plantas de ensamble en todo el mundo.

¿Cuáles son los factores que han provocado esta tendencia decadente? ¿Qué aspectos del futuro previsible afectarán la tendencia y cómo?

Si bien los factores económicos dominan el impacto sobre las ventas de vehículos de forma determinante, bajo estos elementos cíclicos subyacen otros aspectos que marcan la tendencia de las ventas a largo plazo y son los que debemos estudiar para estimar con mayor acierto el futuro de la industria automotriz.

 

  • Cambios poblacionales:

Aunque el ritmo del crecimiento poblacional ha disminuido sustancialmente desde 1968, la población seguirá aumentando por al menos 80 años más. Esta población se mueve hacia las ciudades de forma sostenida, viviendo cada vez un número mayor de años he incrementando la ocupación urbana de forma acelerada. Esto ha duplicado la población urbana desde 1990 y la cuadruplicará antes de dejar de crecer. Si hoy, con un índice de motorización urbana del 25% las ciudades se paralizan por el tráfico en horas pico, la movilidad urbana acostumbrada en un escenario con el doble de automóviles es completamente imposible. Otro aspecto poblacional que afectará la compra de vehículos de forma negativa es el envejecimiento de la población promedio, producto de la disminución de los índices de natalidad.

 

  • Cambios en las preferencias de los consumidores:

En el siglo pasado tener un automóvil era considerado una necesidad, reforzado sustancialmente por el aura de estatus social que tradicionalmente acompañó al auto desde su aristocrático nacimiento. Sin embargo, las nuevas generaciones ya no se interesan por poseer un automóvil de la misma forma. En 1983 el 92% de los norteamericanos tenía licencia de manejo mientras que para 2018 se redujo al 80%. Encuestas revelan que mientras el 75% de la generación de los “Baby boomers” (nacidos entre 1945 y 1965) consideran al auto una necesidad, sólo el 45% de la generación “Z” (1995-2015) lo considera. Los elevados costos de adquisición y mantenimiento, las responsabilidades y limitaciones de poseer un auto, las dificultades y el bajo valor de recuperación al venderlo, aunados a la percepción de que los autos son antiecológicos por excelencia y el hecho de que conducir en las ciudades sea una pérdida de tiempo que causa estrés y agotamiento, hacen de esta tendencia una de las principales causas de la decadencia del mercado automotriz. Pero no la única.

La “movilidad alternativa” cobra auge y cada vez son más los que prefieren la bici, la patineta eléctrica, el transporte público, la contratación de viajes a través de aplicaciones digitales (VTC) o los vehículos compartidos, que resultan soluciones extremadamente más versátiles, económicas y libres de compromisos que la tenencia de un auto particular en un ambiente urbano.

 

  • Cambios en la economía:

Las actividades del ser humano han transformado nuestro ambiente, al grado de provocar el cambio climático, crear una pésima calidad del aire y poner al borde del agotamiento materias primas no renovables de fundamental importancia para la forma de vida de los habitantes de la ciudad. Esta circunstancia ha provocado iniciativas mundiales a favor de formas más sostenibles de consumo que afectan sustancialmente a la industria automotriz, cambios que difícilmente serán superados solo con modificaciones tecnológicas como la electrificación de los motores. Las adaptaciones necesarias exigen cambios en los hábitos de consumo, entre los que se encuentra también la movilidad.

La hipermovilidad característica del siglo XX que hizo posible el automóvil, resulta insostenible aún haciendo uso de todos los medios de transporte disponibles en un escenario de alta densidad poblacional característico de las ciudades del siglo XXI. Las estrategias comerciales de obsolescencia planeada y producción lineal deberán ser sustituidas por un diseño reparable de larga duración y sistemas de economía circular, donde los productos se conserven en servicio por largo tiempo y tengan una disposición final planeada, principalmente basada en el reciclaje total. Los ecosistemas de negocios deberán desarrollarse con una visión de restauración total del impacto ambiental de los procesos de transformación y utilización, única posibilidad de disponer de un sistema sostenible mientras la población supere los límites naturales de regeneración del entorno.

 

  • Cambios en la construcción de la ciudad:

Por mucho tiempo las ciudades siguieron un modelo super expansivo, creciendo seis veces más en superficie, mientras la población urbana apenas se duplicaba. Sin embargo esta estrategia de urbanización que impulsó a la industria automotriz, ha derivado en enormes costos para la dotación de servicios e infraestructura y ha convertido la movilidad en la ciudad en un enemigo de la calidad de vida y la eficiencia, al grado de resultar insostenible. Las nuevas tendencias urbanísticas promueven la densificación y la diversificación en el uso del suelo, reduciendo significativamente la movilidad forzada y las distancias recorridas por los ciudadanos, lo que a su vez estimula la utilización de medios alternativos de movilidad más saludables, eficientes, económicos y menos contaminantes.

 

  • Cambios del mercado financiero:

La industria automotriz ha venido reduciendo los márgenes de utilidad significativamente, de un promedio del 20% en 1920 a sólo un 5% actual, con muchas empresas perdiendo dinero. Las grandes inversiones exigidas por una industria tecnológicamente sofisticada, en un ambiente de competencia feroz por un mercado en contracción, que está experimentando el surgimiento de nuevos y poderosos actores asiáticos dispuestos a ofrecer los productos demandados por un mercado pobre, desalienta la inversión frente a otras opciones más rentables como la industria farmacéutica o alimenticia y los nuevos mercados del agua.

 

  • Cambios en la tecnología:

El explosivo aumento de la conectividad que las comunicaciones electrónicas han hecho posible, así como el rápido desarrollo de las capacidades multimedia y las “habilidades digitales” que la población adquirió estimulada por las redes sociales y el aislamiento físico derivado de la pandemia del COVID-19, están obligando a modificar la forma en que convivimos, estudiamos, trabajamos y compramos, radicalmente. Estos cambios afectan fundamentalmente la reducción de la movilidad forzada, principal motor de la movilidad urbana.

Por otra parte, la robotización de las manufacturas y el desplazamiento de empleados y trabajadores derivados de la introducción generalizada de la inteligencia artificial están transformando radicalmente el mercado laboral, volcando las actividades humanas a una escala mucho más local y reducida.

Mientras tanto, en la industria automotriz se realizan desarrollos que resultarán contraproducentes a la necesidad del incremento de las ventas de vehículos, ya sea por la sustitución directa del auto como medio de transporte, como lo promueve la conectividad y la “movilidad inteligente”; como por la reducción de la necesidad de unidades disponibles, como lo promueve la oferta de vehículos autónomos, que serán los vehículos compartidos por excelencia.

Finalmente, resulta fácilmente criticable el grado de innovación que representa la motorización eléctrica de vehículos completamente tradicionales, ante la avalancha de los cambios que hemos relacionado. La industria automotriz gasta millonadas en cambios cosméticos, que ignoran la dinámica del entorno y que reflejan la inercia suicida de una de las industrias más prósperas del siglo XX y, como una especie en extinción, sucumbirá a los cambios que no comprende, ni intenta asimilar y adaptarse.

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