LA VIOLENCIA SEXUAL, LA MENOS VISIBLE DE TODAS LAS VIOLENCIAS

Ourense, España.

Son muchas mujeres y jóvenes que han sido, o están siendo, agredidas sexualmente sin ser plenamente conscientes de ello. ¿Cómo es posible?

Se me ocurren cuatro factores que inciden en ello:

  1. La violencia sexual se envuelve en actitudes y creencias aceptadas y normalizadas, al igual que pasa con otras violencias.
  2. La violencia sexual, mayoritariamente, se ejerce en el entorno cercano y de confianza de la mujer: es un hombre de confianza, una pareja o un “amigo” el que violenta.
  3. Existe la creencia histórica de que las relaciones sexuales se consideran como un “deber” de la mujer hacia el hombre.
  4. El estigma y la invisibilización que rodea a la sexualidad femenina.

Según la OMS, en todo el mundo, el 30% de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de la misma en algún momento de su vida.

Si quien me violenta es alguien al que me une un vínculo de confianza, es muy difícil de asumir y crea un gran malestar personal. Este malestar (confusión, inseguridad, miedo, culpa, vergüenza) se retroalimenta por sí solo porque no suele hablarse de ello con nadie.

Si, además, somos personas jóvenes en nuestras primeras experiencias afectivosexuales, se condicionan las futuras relaciones interpersonales, lo cual conlleva consecuencias muy graves (físicas, psicológicas y sociales) para el desarrollo personal de la adolescente.

Es necesario visibilizar que violencia sexual es cualquier acto o actitud de naturaleza sexual que te haga sentir incómoda, que invada tu cuerpo sin tu consentimiento (sin tu querer), que no respete tu voluntad, o que te haga sentir obligada o forzada a hacer algo.

Tiene que quedar claro que la responsabilidad es siempre del agresor, sea conocido o no. NADA justifica una agresión sexual, sea del calibre que sea. NADA.

El hecho de haber tenido contactos sexuales anteriores no significa que la mujer tenga que estar dispuesta en otras ocasiones. El consentimiento se necesita en cada momento, también en las relaciones sexoafectivas estables.

Si te reconoces víctima de violencia sexual, que sepas que en ningún caso eres responsable de lo que te ha pasado y es una cicatriz que se puede curar. Contarlo puede ser el primer paso.

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