Que pase lo que tenga que pasar

Toluca, México. El COVID-19 sigue haciendo estragos, pero el consenso general parece convergir en liberar las actividades, para dejar a los particulares enfrentar la pandemia con sus propios medios y riesgos. De cara a la imponente responsabilidad de las consecuencias económicas del paro sanitario, nadie tiene una estrategia sostenible para una parálisis por más tiempo y, ante la incertidumbre, sueltan las riendas para que el destino actúe sin intervención.

Las estadísticas del COVID-19 han mostrado un resultado aceptable para una comunidad dependiente en grado patológico del consumo, la hipermovilidad y el frenesí, que se apresura a “normalizar” las actividades sin importar las afecciones, las secuelas y los muertos que le acompañan. Y no me refiero sólo a las víctimas del COVID-19, me refiero a las víctimas de la contaminación del aire, los accidentes viales, el estrés, la violencia delictiva, la explotación laboral y sexual especialmente, pero no exclusivamente, de mujeres y niños, la depredación de áreas naturales, la extinción de especies y el cambio climático. Estamos prestos a volver al estatus previo a la pandemia, sin haber aprendido casi nada.

Y no es que no exista el modo. Establecer un ingreso básico universal, reclamar los recursos acumulados por el 1% de la población en beneficio del 99%, enajenar la infraestructura y propiedad intelectual que pueda desarrollar curas y vacunas sin especulaciones, llevar los protocolos de desarrollo medicinal al límite, para acelerar las soluciones a la crisis sanitaria. Pero también abandonar la indignante acumulación de la riqueza, el subsidio social a la hipermovilidad injustificada, al consumismo depredador, a la destrucción de los medios de subsistencia de la vida en la tierra. Hacer un esfuerzo para enmendar el rumbo que nos lleva hacia la catástrofe.

Pero NO. Se sueltan las amarras, los títeres siguen atendiendo a su clientela mercantilista, los demagogos siguen en campaña, los tiranos continúan subyugando por el puro placer de imponer su poder; y el arca se dirige al abismo irremediablemente, con todos los animales dentro.

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