LA OMNIPOTENCIA PARALÍTICA

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste.”

Estas consignas que forman parte del artículo 39 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, podemos encontrarlas, palabras más palabras menos, en la carta magna de cualquier país democrático del mundo. Pero más allá de la belleza retórica del enunciado ¿es verdad que el pueblo impera en lugar alguno de la tierra?.

La instrumentación de “la voluntad popular”, tarea hasta ahora imposible para la naturaleza humana, ha sido permanentemente una oportunidad aprovechada por liderazgos despóticos y manipuladores, utilizada por ocultos y poderosos intereses, que forman una oligarquía férrea con sofisticados medios de aseguramiento del poder.

Ya sea con el establecimiento de imposibles requisitos para liderazgos independientes o por su asimilación temprana, ya sea por insalvables barreras económicas o tecnológicas. La oligarquía pervive y se perpetúa matizada escuetamente por actores que adquieren protagonismo, pero siempre dentro del sistema dominante, como producto y al servicio de la mafia en el poder.

¿Es realmente posible la soberanía del pueblo? ¿Tiene el pueblo la sabiduría para la autodeterminación de su destino? ¿Es posible gobernar auténticamente al servicio de millones de individuos? ¿Es el ser humano capaz de enajenarse, para convertirse en instrumento del bienestar comunitario? Las respuestas aún no se conocen, ni siquiera se han puesto en práctica las posibilidades, pero hay avances.

Leyes y organizaciones, capturan los más ambiciosos proyectos del ideal democrático hasta ahora logrados. Las instituciones, al trascender a quienes las fundan y gobiernan, de algún modo superan el natural egoísmo del individuo y se convierten en baluarte del idealismo democrático, que difícil pero continuamente se perfeccionan con las contribuciones de subsecuentes generaciones de titulares y legisladores. Aún así, cada vez con más frecuencia son vulneradas, abusadas y manipuladas por la oligarquía, para garantizar la permanencia y beneficios de “la clase gobernante”, ahora también transformada en institución.

¿Cómo aspirar al ideal democrático ante la oligarquía institucionalizada? Ante el fracaso de la democracia representativa, sólo queda la participación masiva de la comunidad. ¿Es esto posible? Ciertamente sí, a través de las organizaciones de la sociedad civil. Si la participación multitudinaria del pleno de la población es utópica y plagada de dilemas prácticos, la organización sectorizada y especializada de las asociaciones de la sociedad civil parece ofrecer el grado de representatividad, objetividad, experiencia y conocimiento a la altura de las complejas necesidades de la comunidad moderna.

La corrupción, la demagogia, la perversa presión de los poderes ocultos, sólo puede contrarrestarse con la incorruptible y objetiva auto representación, que únicamente logrará el poder necesario, con los mismos niveles de organización y presencia de “la mafia en el poder” a través de instituciones trascendentes y presentes de la sociedad civil en el ejercicio de la toma de decisiones de gobierno, para que el pueblo deje de ser la omnipotencia paralítica.

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